Yo...
-esta mujer rota-
que a veces se despedaza aún más en la locura
la que emprende sigilosos, nocturnos vuelos,
sobre los nidos secretos de los monstruos.
La que suele mantener conversaciones largas
con el mismísimo demonio, mirándolo a los ojos.
Yo...
-este ángel mutilado, erróneo-
que arrastra su ala rota en los pantanos,
que camina lentamente
sobre brasas encendidas, sin notarlo,
expiando
quién sabe qué pecado.
Que no se persigna jamás, ni se arrodilla
ante ningún dios de cotillón,
ante ninguna deidad de fantasía.
Quizás...
porque vi morir mis hombres mejores en la guerra.
Inocentes, desnudos, crédulos,
descalzos, casi desarmados
y jamás pude enterrarlos,
quiero decir, honrar la tierra con sus cuerpos niños...
hoy... sin embargo,
me inclino
-con la docilidad y elasticidad de un junco-
frente al milagro descomunal de tu ternura.
Marisa Wagner
domingo, 9 de mayo de 2010
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4 comentarios:
.. y lo repito, resignada en voz baja .." frente al milagro descomunal de tu ternura"
=)
Supongo que si un hombre es merecedor de éste poema, y está en el que ese final suceda así, debe tener una sonrisa como la tuya.
Sin embargo, está mujer contrajo locura por amor.
Dicen, los que lo padecen, que el mal de amor no se cura, se aprende a vivir con él, se convierte en un dolor acostumbrado y sin sorpresa, que cada tanto sale a pasear por la memoria, y recordarnos que alguna vez fuer eterno.
Le mando un kilo de sonrisas señor Martín
"El amor es eterno mientras dura decia Jorge Luis" . Sabio.
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