lunes, 27 de septiembre de 2010

Relato de un desencuentro

Mucho tiempo había pasado y el muy descarado tenia el tupé de mostrarme su mejor lunar, como si fuera cualquier miga de noche.
Había tanto ruido en el lugar ,que cuando quise darme cuenta tenia un puñado de meses tristes y algunas frustraciones entre el piso y mis pies.
Flotaba.
La emoción me diseño un nudo corbata, pero a mis palabras le quedaban chicas y salieron de a borbotones, y se me escaparon por un risa sorpresa que vaya a saber desde cuando tenia en la cara.
Entonces me acomode la nariz, como si no supiera él el significado del gesto.
Y de nuevo hubo risas, y preguntas casuales.
Y vino la vida a cruzarlo de vereda, y lo salude con la mano, y por dentro le reí un llanto largo.
Fui saliendo del mareo.
Sintiendo el suelo en mi cabeza.


(Me hubiera gustado hacerte un relato de los miles de kilometros y saber del tuyo, pero la vida pasa rápido).

Demasiado.

Camine con un apuro injustificado.
Me arremangue el ánimo de nuevo,(como siempre) para limpiar el caos que recién estaba comenzando.
¡Qué derecho tiene el pasado de aparecerse ante uno, así!.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Pensando amor...

Encontre esto

una Entrevista a J.A. Miller.Por Hanna Waar.
(En: Psychologies Magazine, octobre 2008, n° 278)


fue como una bolsa de chasquibum en mi cabeza



"Amamos a aquel que responde a nuestra pregunta: ¿Quién soy yo?"

"Hijo espiritual" de Jacques Lacan, Jacques-Alain Miller explora a su vez la cuestión del amor que el padre del pensamiento psicoanalítico contemporáneo evocaba en 1973, en uno de sus más famosos seminarios "Aún" en El Seminario, vol XX (Seuil, "Essais", 1999). Es igualmente el fundador de la Escuela de la Causa Freudiana. Ultima obra aparecida Le secret des dieux (Navarin editores, 2005)
"Amamos a la persona que protege, o una imagen narcisista de uno mismo".
El amor se dirige a aquel que, pensamos, conoce nuestra verdad y nos ayuda a encontrarla soportable, explica Jacques-Alain Miller. Mirada de un psicoanalista sobre esta cuestión fundamental.

Hanna Waar : ¿El psicoanálisis enseña algo sobre el amor?
Jacques-Alain Miller: Mucho, pues es una experiencia cuyo resorte es el amor. Se trata de ese amor automático, y a menudo inconsciente, que el analizante dirige al analista, y que se llama la transferencia. Es un amor artificial, pero de la misma estofa que el amor verdadero. Saca a la luz su mecánica: el amor se dirige a aquel que usted piensa que conoce vuestra verdad verdadera. Pero el amor permite imaginar que esta verdad será amable, agradable, mientras que de hecho es muy difícil de soportar.

H W :¿Entonces, qué es verdaderamente amar?
J-A Miller: Amar verdaderamente a alguien es creer que amándolo, se accederá a una verdad sobre sí mismo. Amamos a aquel o a aquella que esconde la respuesta, o una respuesta a nuestra pregunta: "¿Quién soy yo?"

H W : ¿Por qué algunos saben amar y otros no?
J-A Miller: Algunos saben provocar el amor en el otro, los serial lovers, si puedo decirlo, hombres y mujeres. Saben qué botones apretar para hacerse amar. Pero ellos no aman necesariamente, juegan más bien al gato y al ratón con sus presas. Para amar, hay que confesar su falta, y reconocer que se necesita al otro, que le falta. Aquellos que creen estar completos solos, o quieren estarlo, no saben amar. Y a veces, lo constatan dolorosamente. Manipulan, tiran de los hilos, pero no conocen del amor ni el riesgo ni las delicias.

H W : "Estar completo solo": solo un hombre puede creer eso…
J-A Miller: ¡Bien dicho! Amar, decía Lacan es dar lo que no se tiene. Lo que quiere decir: amar, es reconocer su falta y darla al otro, ubicarla en el otro. No es dar lo que se posee, bienes, regalos, es dar algo que no se posee, que va más allá de sí mismo. Para eso, hay que asumir su falta, su "castración", como decía Freud. Y esto, es esencialmente femenino. Solo se ama verdaderamente a partir de una posición femenina. Amar feminiza. Por eso el amor es siempre un poco cómico en un hombre. Pero si se deja intimidar por el ridículo, es que en realidad, no está muy seguro de su virilidad.

H W : ¿Sería más difícil amar para los hombres?
J-A Miller: ¡Oh sí! Incluso un hombre enamorado tiene retornos de orgullo, lo asalta la agresividad contra el objeto de su amor, porque este amor lo pone en una posición de incompletad, de dependencia. Por ello puede desear a mujeres que no ama, para reencontrar la posición viril que él pone en suspenso cuando ama. Freud llama a este principio la "degradación de la vida amorosa" en el hombre: la escisión del amor y del deseo.

H W : ¿Y en las mujeres?
J-A Miller: Es menos habitual. En el caso más frecuente, hay desdoblamiento del partenaire masculino. De un lado, está el amante que las hace gozar y que desean, pero está también el hombre del amor, que está feminizado profundamente castrado. Solo que no es la anatomía la que comanda: hay mujeres que adoptan una posición masculina, incluso las hay cada vez más. Un hombre para el amor, en la casa, y hombres para el goce, que se encuentran en Internet, en la calle, o en el tren…

H W : ¿Por qué cada vez más?
J-A Miller: Los estereotipos socioculturales de la feminidad y de la virilidad están en plena mutación. Los hombres son invitados a alojar sus emociones, a amar, a feminizarse; las mujeres conocen por el contrario un cierto "empuje al hombre": en nombre de la igualdad jurídica, se ven conducidas a repetir "yo también". Al mismo tiempo, los homosexuales reivindican los derechos y los símbolos de los héteros, como el matrimonio y la filiación. De allí que hay una gran inestabilidad de los roles, una fluidez generalizada del teatro del amor, que contrasta con la fijeza de antaño. El amor se vuelve "líquido" constata el sociólogo Zygmunt Bauman[1]. Cada uno es conducido a inventar su propio "estilo de vida", y a asumir su modo de gozar y de amar. Los escenarios tradicionales caen en lento desuso. La presión social para adecuarse a ello no ha desaparecido, pero es baja.

H W : "El amor siempre es recíproco", decía Lacan. ¿Aún es verdadero en el contexto actual? ¿Qué significa eso?
J-A Miller: Se repite esta frase sin comprenderla, o se la comprende de través. No quiere decir que basta con amar a alguien para que él lo ame. Eso sería absurdo. Quiere decir: "Si yo te amo, es que tú eres amable. Soy yo quien ama, pero tú, tú también estas implicado, puesto que hay en ti algo que hace que te ame. Es recíproco porque hay un ir y venir: el amor que tengo por ti es el efecto de retorno de la causa de amor que tú eres para mí. Por lo tanto, algo tú tienes que ver. Mi amor por ti no es solo asunto mío, sino también tuyo. Mi amor dice algo de ti que quizá tú mismo no conozcas." Esto no asegura en absoluto que al amor de uno responderá el amor del otro: cuando eso se produce siempre es del orden del milagro, no se puede calcular por anticipado.

H W : No se encuentra a su cada uno o cada una por azar. ¿Por qué él? ¿Por qué ella?
J-A Miller: Existe lo que Freud llama Liebsbedingung, la condición de amor, la causa del deseo. Es un rasgo particular – o un conjunto de rasgos- que tiene en cada uno una función determinante en la elección amorosa. Esto escapa totalmente a las neurociencias, porque es propio de cada uno, tiene que ver con la historia singular e íntima. Rasgos a veces ínfimos están en juego. Freud, por ejemplo, había señalado como causa del deseo en uno de sus pacientes ¡un brillo de luz en la nariz de una mujer!

H W : Nos es difícil creer en un amor fundado sobre esas naderías.
J-A Miller: La realidad del inconciente supera a la ficción. Usted no tiene idea de todo lo que se funda, en la vida humana, y especialmente en el amor, en bagatelas, cabezas de alfiler, "divinos detalles". Es verdad que es sobretodo en el macho que encontramos tales causas del deseo, que son como fetiches cuya presencia es indispensable para desencadenar el proceso amoroso. Particularidades nimias, que recuerdan al padre, la madre, el hermano, la hermana, tal personaje de la infancia, juegan también su papel en la elección amorosa de las mujeres. Pero la forma femenina del amor es más erotómana que fetichista: quieren ser amadas, y el interés, el amor que se les manifiesta, o que suponen en el otro, es a menudo una condición sine qua non para desencadenar su amor, o al menos su consentimiento. El fenómeno está en la base de la conquista masculina.

H W : ¿Usted no le adjudica ningún papel a los fantasmas?
J-A Miller: En las mujeres, sean conscientes o inconscientes, son determinantes para la posición de goce más que para la elección amorosa. Y es a la inversa para los hombres. Por ejemplo, ocurre que una mujer no pueda obtener el goce – digamos el orgasmo – sino a condición de imaginarse a sí misma durante el acto, siendo golpeada, violada, o siendo otra mujer, o incluso estando en otra parte, ausente.

H W : ¿Y el fantasma masculino?
J-A Miller: Está muy en evidencia en el enamoramiento. El ejemplo clásico, comentado por Lacan, está en la novela de Goethe [2], la súbita pasión del joven Werther por Charlotte, en el momento en que la ve por primera vez, alimentando a un grupo de niños que la rodea. Aquí es la cualidad maternal de la mujer lo que desencadena el amor. Otro ejemplo, tomado de mi práctica, es este: un jefe en la cincuentena recibe candidatas en un puesto de secretaria; una joven mujer de 20 años se presenta; le desencadena inmediatamente su fuego. Se pregunta lo que le pasó, entra en análisis. Allí descubre el desencadenante: encontró en ella rasgos que le evocaban lo que él mismo era a los 20 años, cuando se presentó a su primera solicitud de trabajo, de algún modo se enamoró de sí mismo.

H W : ¡Se tiene la impresión de que somos marionetas!
J-A Miller: No, entre tal hombre y tal mujer, nada está escrito por anticipado, no hay brújula, no hay relación preestablecida. Su encuentro no está programado como el del espermatozoide y el del óvulo; nada que ver tampoco con los genes. Los hombres y las mujeres hablan, viven en un mundo de discurso, es eso lo que es determinante. Las modalidades del amor son ultrasensibles a la cultura ambiente. Cada civilización se distingue por el modo en que estructura su relación entre los sexos. Ahora, ocurre que en occidente, en nuestras sociedades, a la vez liberales mercantiles y jurídicas, lo "múltiple" está en camino de destronar el "uno". El modelo ideal de "gran amor para toda la vida" cede poco a poco el terreno ante el speed dating, el speed living y toda una profusión de escenarios amorosos alternativos, sucesivos, incluso simultáneos.

H W : ¿Y el amor en su duración?, ¿en la eternidad?
J-A Miller: Balzac decía: "Toda pasión que no se crea eterna es repugnante".[3] ¿Pero el vínculo puede mantenerse toda la vida en el registro de la pasión? Cuanto más un hombre se consagra a una sola mujer, más ella tiende a tomar para él una significación maternal: tanto más sublime e intocable cuanto más amada. Son los homosexuales casados lo que desarrollan mejor este culto de la mujer: Aragon canta su amor por Elsa: cuando muere, ¡buen día a los muchachos! Y cuando una mujer se apega a un solo hombre, lo castra. Por lo tanto, el camino es estrecho. El mejor destino del amor conyugal es la amistad, decía en esencia Aristóteles.

H W : El problema, es que los hombres dicen no comprender lo que quieren las mujeres, y las mujeres, lo que los hombres esperan de ellas…
J-A Miller: Sí. Lo que es una objeción a la solución aristotélica, es que el diálogo de un sexo con el otro es imposible, suspiraba Lacan. Los enamorados están de hecho condenados a aprender indefinidamente la lengua del otro, a tientas, buscando las claves, siempre revocables. El amor, es un laberinto de malentendidos cuya salida no existe

sábado, 18 de septiembre de 2010

Cada día, más pequeñita

Porque hoy tengo raspones en las rodillas, y las manos llenas de espinitas , y me hice una choza con las hojas del bananero, entonces después vino la Lola y me dio un jarro con caña para chupar, y me pide que no deje tirado por ahí, porque los perros comen la caña seca y se enferman,, y la veo irse mientras vigila la ropa que flamea enloquecida en un cable que parece colgar del cielo.

Porque encontré un caracol “con el bichito adentro” y pescamos tres mojarras en los Tres Tubos, pero una se escapo y era la que más me gustaba

Porque tengo ganas de jugar hasta cansarme,quiero jugar hasta que venga la tarde a incendiar el cielo.

Y quiero decirte con entusiasmo
“Meta que yo era…”
“Terrone terrone tepin tepan terrone terrone tepum bajá!”

Y correr con los cordones desatados.
Porque si vos ya no juegas yo tampoco juego.
Porque quisiera cada día ser más pequeñita.

domingo, 12 de septiembre de 2010

De los finales y otros inevitables

Es muy cierto, todos los finales son en más o menos lineas, la misma cosa.
Generalmente hay uno que queda queriendo, y otro que se sienta en esa silla maldita de ver sufrir a quien tanto , alguna vez, amo.
Para los creativos, el dolor es una época fructífera, y se sabe bien, que el arte cura, hay quien para batallar el temporal, busca el desahogo en los excesos, que simplemente empeoran el panorama.
Si hasta aquí, usted lector,piensa que este post es un bajón puede estar en lo cierto, pero sepa que cuando uno esta ahogado en las llamas de la melancolía no queda otra que echarse a nadar, y atravezarla.
Alguien una vez me enseño que el enojo es un medio y no un fin en si mismo, hoy creo que la tristeza es exactamente lo mismo.
Ese inevitable que se impone y a contrapartida viene algo, o alguien, que lo hecha a rodar.
Hoy que es Domingo, de nuevo, como cada seis días, sobreviene esa angustia , ese final de fiesta que no nos merecemos.
Entonces me prometo solemnemente que el próximo Domingo la tarde sera por lo menos calma, que el final de la fiesta de la semana no me encuentre con gusto a poco en la boca.
Pero hoy viene gris el Domingo, y lo dejo ser, sabiendo que a pesar de que se impone, la melancolía no atrapa.

¡Qué sea entonces!