viernes, 26 de febrero de 2010

Teología

El catecismo me enseñó, en la infancia,a hacer el bien por conveniencia y a no hacer el mal por miedo.
Dios me ofrecía castigos y recompensas ,me amenazaba con el infierno y me prometía el cielo ;y yo temía y creía.
Han pasado los años. Yo ya no temo ni creo.Y en todo caso,pienso,si merezco ser asada a la parrilla,a eterno fuego lento,que así sea.
Así me salvaré del purgatorio,que estará lleno de horribles turistas de clase media;y al fin y al cabo, se hara justicia.
Sinceramente merecer, merezco.Nunca he matado a nadie es verdad,pero sospecho que fue por falta de coraje,o de tiempo.No voy a misa los domingos ni en fiestas de guardar.He codiciado a casi todas las mujeres de mis prójimos,salvo a las feas,y por tanto he violado por lo menos en intención,la propiedad privada que Dios en persona sacralizó en las tablas de Moisés: No codiciaras la mujer de tu prójimo,ni a su toro...Y por si fuera poco, con premeditación y alevosía,he cometido el acto de amor sin el noble propósito de reproducir la mano de obra.Yo bien sé que el pecado carnal está muy mal visto en el cielo;pero sospecho que Dios condena lo que ignora.

1 comentario:

Cari dijo...

El libro de los Abrazos. Eduardo Galeano.